miércoles, 25 de abril de 2007

¿Por qué nos gusta ser intrusos en vidas ajenas?



Tenemos la impresión, bien fundada, de que abrir nuestra interioridad comporta dejar al descubierto y desprotegido el talón de Aquiles de nuestra personalidad. ¿Podemos imaginar qué sería de nosotros y del mundo si fuéramos absolutamente transparentes? Esto nos conduce a una intromisión en la vida de otros buscando algo que nosotros mismos tal vez tratamos de ocultar.

Los seres humanos desean todo aquello de lo que carecen. La afirmación de que los unos nos completamos a los otros es cierta pero causa problemas si se extiende al ámbito material.
La ciudadanía a pesar de disfrutar de innumerables privilegios se sentirá desmotivada y preocupada si carece de lo que otros de su entorno poseen. Esto conlleva un esfuerzo por adquirir lo material que pone en peligro incluso la sostenibilidad económica.

El factor ahorro en las familias está desapareciendo a favor de la vida al límite. ¿Realmente, desafiar el día a día al extremo por tener todo lo que sale al mercado conduce a la felicidad? Obviamente no. Continuamente aparecen nuevos productos en los medios que resulta imposible adquirir. Todo ello deriva en la compra compulsiva y el denominado “consumismo”.

El vacío que generamos en nosotros mismos a partir de esta “deshumanización” (en cuanto a valores sociales) del hombre actual, tiende a un sentimiento más o menos generalizado. La inclinación a pensar que el compañero de al lado es feliz y perfecto porque posee una larga lista de elementos materiales que nosotros no tenemos, deriva en la codicia. El deseo de hacerse con todo lo que tiene el otro empuja a un seguimiento de las conductas del resto. Una imitación podría decirse. Esta tendencia a la imitación, no sólo del cercano, sino también de personajes famosos, genera una tensión continua que modifica los hábitos diarios y deriva en el intrusismo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me gustan tus críticas. Yo también hago algunas en mi blog. Pero éste en forma de relatos sobre mi vida. Tiene toques de humor e ironía. No estoy a la altura de una periodista como tú pero tengo la necesidad de escribir. Un saludo.