Niños adictos, incapaces de relacionarse con su entorno y disfrutar de la naturaleza que desemboca en una oleada de violencia. Vivimos fascinados por el mundo de lo cruel, del olor a cuero, de lo peligroso en perfecta sintonía con el poder. Curiosa combinación.
Afortunadamente, tanto como el hombre ama lo violento, rinde tributo a la belleza y ese es el salvavidas al que aferrarnos. El principal instrumento en la mente humana para conservar el futuro.
Huye de lo artificial, ¡sal¡ y citando al extraordinario naturalista Joaquín Araujo: “de vez en cuando despégate del paraíso, baja al infierno y cuenta a la gente lo que está perdiendo por un determinado estilo de vida que nos hemos creído y que a la vez niega el propio origen”.
Todo cuanto anhelas está en tu mano, pero vamos demasiado rápido como para detenernos a mirar adentro y escuchar nuestros deseos, demasiado cómodos como para salir a buscar lo que en verdad buscamos.
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