El ambiente era extraño. Un calor asfixiante (22ºC a las 22:00 h) y una mezcla de olor a barro y humedad invadían los sentidos. Bajé la C/ El Pilar, San José... todo era barro. Pude ver cómo el agua no tuvo piedad con nada... Las flores y las ramas yacían esparramadas por el suelo. Como si alguien, en un arrebato de autoridad hubiese lanzado un castigo.
Caminar resultaba prácticamente una aventura. En la calle encontré de todo y pude imaginar las situaciones que se vivieron durante la tarde. Zapatillas de deporte abandonadas, cepillos, coches averiados...Tratar de escapar de la naturaleza es inútil. Entonces me detuve allí, en el centro, en medio de la laguna que baña la Plaza de España. No había absolutamente nadie. La ciudad parecía abandonada. No había luz, ni coches. Parece que las personas se tomaron muy en serio las advertencias de permanecer en sus casas. Pudieron comprobar de primera mano que la tormenta no era una broma. Con las botas "chapoteando" agua y barro di media vuelta. No se escuchaba nada. La partida había terminado y el ganador parecía agotado. El pulso ha sido fuerte y sólo quedaba esperar al día siguiente.
De camino al trabajo, la estampa no era menos dramática: desprendimientos, túneles embarrados, carreteras a corazón abierto... Por suerte, reina la calma. Los desperfectos han sido muchos y un nuevo varapalo ha amenazado al paraíso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario